A pesar que saber su fecha exacta de llegada (a un año vista). Y aunque los centros comerciales y sus reclamos publicitarios cada vez adelantan más su adviento, la llegada de la Navidad siempre nos pilla por sorpresa. Y es que, deseada por unos y temida por otros, la Navidad desde luego no pasa desapercibida entre nuestras fiestas y celebraciones….
A menudo buscamos en las filosofías orientales claves que den sentido a nuestra vida o pautas que nos orienten hacia una realidad más plena. Y, con la misma frecuencia olvidamos que, para poder asimilar una cultura ajena, primero hay que comprender y aceptar nuestra cultura de origen.
Este paso es imprescindible. Pues en este ejercicio de comprensión, aceptación –y, si procede, de perdón— es donde se genera el verdadero cambio.
Analizar con un poco de distancia el modo en que celebramos la Navidad nos brinda una fantástica oportunidad de reflexión sobre nuestra cultura. Y tal vez nos ayude a enfocar estas fechas de otra manera…
Al contrario de las demás celebraciones en torno a los solsticios y equinocios que celebran el MOMENTO PRESENTE con sus circunstancias REALES, las tradiciones en torno al Solsticio de Invierno celebran una FANTASÍA ESCAPISTA que llena de luz y calor las noches más largas y frías y los días más cortos y oscuros, y de grandes regalos y opulentos manjares las mesas y salones en los días de mayor escasez económica y alimenticia del año….
Esta contradicción nace de una falta de aceptación de los baches naturales del ciclo vital, a la par de una falta de confianza en el fluir orgánico de la vida que a su debido tiempo nos devolverá la luz, el calor, la abundancia y todo aquello que ahora escasea.
Esta práctica de negación de la realidad se ha visto perpetuada a lo largo de la historia y ha trascendido culturas y religiones para llegar hasta nuestros días. Así, en pleno Siglo XXI continuamos maquillando con luces de colores, alegres villancicos, mensajes positivos y celebraciones sociales la tristeza y melancolía que, de manera orgánica, muchas personas sienten ante la llegada del invierno.
El no verbalizar este malestar, sumado a la añoranza por seres queridos que este año no nos acompañan, la sobrecarga de trabajo ante el cierre de año, el agobio de las compras de última hora, el desgaste económico de estas compras, y la presión social de expresar alegría y felicidad termina a menudo por desencadenar tensiones entre familiares o amigos.
Y, mirándolo bien, lo sorprendente sería lo contrario….
Así que si estás entre quienes junto al deseo de compartir estos días en familia, descansar y contagiarte de la ilusión de los peques de la casa, anticipas las Navidades con un cierto sentimiento de miedo ante posibles roces y conflictos, tal vez te ayuden las siguientes estrategias:
- Toma conciencia de TUS sentimientos y emociones, valídalos y permítetelos.
- Huye de las suposiciones. Tus emociones y deseos no tiene por qué coincidir con los del resto.
- Respeta las emociones y sentimientos de las demás personas, y haz respetar las tuyas –sin imposiciones.
- Identifica los resortes que te hacen saltar y relativiza aquellos comentarios que suelen hacerte daño. Al fin y al cabo no tienes nada que demostrar. Y recuerda que todo comentario hiriente dice siempre más de quién lo emite que de a quién va dirigido.
- Centra tu atención en las personas que te cuidan y respetan.
- Dedica menos atención a quienes te exigen o critican.
- Evita pasar factura de años pasados ni crear expectativas para años futuros.
- Haz, da y comprométete sólo con aquello que salga generosamente de tu interior.
- Cada día dedícate tiempo a tí mism@, a tu cuidado y bienestar emocional:
- regálate esa práctica de yoga especialmente larga para la que nunca encuentras tiempo,
- date un baño en lugar de una ducha,
- sal a pasear al aire libre,
- haz más de aquello que te hace bien,
- haz un poco menos de aquello que te hace mal.
- Y, si en algún momento sientes que las estrategias anteriores auguran hacer aguas, recurre al remedio infalible: RESPIRA