A menudo, much@s nuev@s Go Yogis preguntan ¿por qué y para qué no usamos esterilla?
De la infinidad de argumentos que podríamos encontrar, vamos a dejarlo en diez 😉
- Progreso en la práctica. Es habitual “dejarnos” o “abandonarnos” sobre una superficie mullida. Al practicar sobre una esterilla perdemos gran parte de consciencia de nuestro cuerpo y tenemos la falsa sensación de estar realizando correctamente una postura cuando en realidad no lo estamos haciendo. Por ejemplo en sirsasana es muy fácil dejar caer los hombros y los codos y no darnos cuenta de que nos estamos haciendo daño (a medio y largo plazo). Al practicar sin esterilla, si dejamos caer los hombros y los codos, la sensación excesiva de peso sobre la cabeza es inevitable y terriblemente incómoda, con lo que prácticamente desde la primera vez que hacemos la postura, la hacemos correctamente.
- Seguridad en las posturas. El ejemplo anterior es extrapolable a todos los demás grupos de asanas. Por ejemplo, en flexiones hacia atrás como Ustrasana, al utilizar una esterilla, lo habitual es proyectar las caderas hacia adelante, potencialmente dañándonos las lumbares. Sin esterilla, la necesidad de evitar el dolor agudo de la presión de las rodillas mal alineadas con el suelo va a encargarse de que nos alineemos al instante y que hagamos la postura de manera segura y precisa.
- Respiración. Tanto en Tripsichore como en Calma en Movimiento, la respiración es el elemento más importante y más difícil de la práctica. Practicar sobre una superficie dura y sentir sobre ella el apoyo y agarre de las manos, pies, y rodillas nos ayuda a sentir y entender la respiración, acelerando nuestro proceso de aprendizaje. Esto mismo sobre una esterilla u otra superficie acolchada es virtualmente imposible.
- Equilibrio. Las superficies duras, en menor o mayor medida, siempre resbalan. Esto nos da la oportunidad de utilizar los dedos, almohadillas y talones de nuestras manos y pies, tonificando esta musculatura habitualmente descuidada a la par que mejoramos nuestro equilibrio.
- Ecología y economía. Además del impacto medio-ambiental que la fabricación y eliminación de esterillas conlleva, una buena esterilla viene a costar entre 100 € y 200 € y precisa ser renovada (pese a lo que diga el fabricante) cada 5-6 años.
- Libertad. No es necesario confinar tu practica a un recinto limitado, ni cruzar dos esterillas o hacer un tatami de esterillas cuando quieras hacer una práctica más dinámica o quieras practicar asanas que requieren ritmo como Mandalasana o Tic Tacs. Tampoco necesitas “regresar” al principio de tu esterilla cada vez que comienzas una nueva Vinyasa.
- Practicidad. Puedes hacer tu práctica aquí y ahora, en cualquier momento y en cualquier lugar. Experimentar distintos de suelos e incluso superficies incómodas y/o irregulares puede ser muy revelador y ayudarte grandemente en tu práctica. También, si tienes suerte de practicar en la Naturaleza es genial eliminar barreras entre tú y el entorno y sentir la hierba y la tierra bajo tus pies.
- Espontaneidad. No necesitas planear de antemano que vas a hacer tu practica. Puedes encontrarte en el campo, en un parque o en casa de unos amigos y decidir que te apetece practicar yoga, e incluso animar a tus amigos a acompañarte sin tener que turnaros la esterilla…
- Portabilidad. La falta de espacio en tu equipaje no es ya excusa justificada para abandonar tu práctica durante tus viajes. Puedes, si quieres, crear un espacio “sagrado” para tu práctica, o puedes convertir cualquier espacio en tu shala.
- Filosófico.
- Por un lado, tradicionalmente, la esterilla representa la realidad del practicante… A mi me cuesta mucho pensar en mi realidad en términos de 1.80 x 60 cms…
- Por otro lado, conseguir mantenerte presente y fijar la atención en tu práctica al margen de la incomodidad del terreno en que te encuentres no deja de ser la metáfora perfecta de la quintaesencia del yoga: mantener el centro, la calma y la presencia al margen de las vicisitudes de nuestra vida.